viernes, 13 de julio de 2012

Lyanna, la amiga de las constelaciones

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Lyanna vive en Leordia, la ciudad de los sueños. Hoy mismo alcanza la categoría de estudiante amateur a sus 12 años recién cumplidos. Tras muchos años de esfuerzo, crecimiento y evolución, Lyanna podrá por fin cumplir su sueño: descubrir el cosmos.

Sale de casa no sin antes dejar los volúmenes que estaba ojeando en sus respectivas estanterías. “Astronomía”, lleva por título su tomo favorito de la colección “Cognitio Supremum”. Cuando Lyanna llega al recinto donde su estimada mamá, profesora con honores, le impartirá una clase magistral, empieza a sentirse mal. No le importa, “no quiero decepcionar a mamá”. Se apea e invade uno de los pupitres envejecidos de la primera fila. Con los ojos como platos y haciendo caso omiso a los nervios traidores absorbe como una esponja el conocimiento que se desprende de la mujer que la trajo al mundo. Aprende antes de terminar la sesión que las tres lunas de Galimatea ejercen una extraña atracción sobre la misma que estabiliza los mares y los vientos. Siempre supo que los astros eran poderosos, pero jamás hubiese imaginado antes de empezar con lo que sería su pasión que podrían serlo tanto. “Son como dioses de piedra y fuego…” Los alumnos le dedican una reverencia a la estricta doctorada y únicamente cuando el alumno más problemático del grupo, obligado por presión paternal a estudiar los cielos, abandona el aula es cuando Kessera, la soñadora, irrumpe a mamá con una de sus estúpidas preguntas. Lyanna pretende ignorarla pero se le antoja imposible así que agudiza bien los oídos.

-¿Es cierta la leyenda de Satiatoxia? –La mirada severa de la madre de Lyanna se convierte en una expresión de ternura. -¿Es verdad que arderemos ante las llamas divinas?
-No, cielo. Deberías saber que las leyendas son solo eso. Nunca creas que todo lo que oyes se relaciona con la más estricta de las realidades, y menos en el ámbito que nosotras tratamos.

La chica dejó tranquila a mamá y la clase terminó. Lyanna se despidió con un gesto de manos y se dirigió de nuevo a su hogar. Mamá volvería más temprano que tarde así que intentaría cocinar algo para ella. Quizá así le atendería con preferencia en las clases. Tras cruzar el umbral de su habitación se tumba en su mullido colchón ornamentado con la blancura más impecable. Prevé por su borrosa percepción del mundo que no podrá preparar nada rico para mamá. En unos segundos cae rendida. Como de costumbre, la muchacha no sueña nada en absoluto. Negrura espesa cubre sus horas de sueño y no hay espacio para la originalidad onírica de una niña preadolescente.

Luz. Fuego. Lyanna empieza a gritar aún en brazos de Hipnos e intenta abrir los ojos. Lo primero y único que ve ante sus pobres globos dubitativos es una llama tan intensa que se extraña de no sufrir ante la visión. Parece ser que alguien ha encendido una lámpara en su pobre tez. Se levanta y busca a tientas el objeto, pero no encuentra nada. Cae al suelo, le sangran las rodillas. Se aferra al pomo de la ventana más cercana y se asoma al exterior. La visión no cambia. Se da cuenta de que la luz no proviene del interior de la casa. Se percata de que fuera todo parece estar sobresaturado de luz. Nota después de intentar razonar qué ocurre algo extraño. Hay un pitido que molesta a Lyanna, pero no proviene de ningún lugar en particular. Suena como una radio mal sintonizada. Es un sonido muy desagradable y cada vez aumenta más su potencia. Lyanna grita pero nadie oye su llanto. Antes de despertar siente una palabra desde lo más profundo de su mente. Satiatoxia. Y nada más.

Se levanta cubierta de repugnante sudor, orines de temor y sangre reseca de una caída aparentemente no acontecida. Incomodada, intenta encontrar a su madre. Ya habrá llegado mamá. Seguro. Abre la puerta de la alcoba de mamá y su inmediata reacción es expulsar la bilis que se ha ganado paso a la fuerza a través de su laringe.

Ante Lyanna yace el cadáver carbonizado de lo que se supone que es mamá. Carece de ropajes y es irreconocible, pero la altura es la de mamá y ese rostro deformado… Hay una sonrisa forzada en la cara de mamá. Alguien ha prendido fuego a mamá. Alguien ha rasgado el cráneo de mamá. Alguien ha cincelado una sonrisa perturbadora en la cara sin piel de la muerta mamá. Lyanna huye corriendo de la habitación de su madre. Sale de su casa y se dirige al hospital más cercano. Una vana esperanza.

Cuando Lyanna se detiene a recuperar el aliento gana el tiempo suficiente como para pensar en lo acontecido. Eso destruye una parte de su cerebro. Se desmaya.

Se levanta de la cama en la que no cayó dormida e intenta luchar consciente de lo que seguirá. Aparece de nueva esa luz que todo lo impregna. Es Satiatoxia, la estrella asesina. La leyenda que se cuenta es absurda. Una estrella no puede acercarse a nada sin consumirlo, pero ahí está, ante ella. Y esta vez los fuegos del dolor forman rostros demacrados, las llamas ondulantes crean sonrisas deformes y el sonido en el interior de Lyanna ya no es una radio estropeada. Ahora escucha el llanto de seres humanos antes de su brutal asesinato. Pero con mucha intensidad, mucha potencia… Empiezan a sangrarle los oídos. La visión se le entela como a los más ancianos. Piensa en la frase popular y pretende usar fuego para combatir el fuego, así que agarra una antorcha que flota en el aire y golpea sin cesar la superficie de una estrella. Es ridículo, está golpeando un astro treinta veces mayor a Leordia. Ondea la antorcha y vuelve a ondearla. Su campo de visión pierde a Satiatoxia. Leordia otea el horizonte y no hay ni rastro de la estrella maldita. ¿Qué clase de ente divino se molestaría en hacer algo así? El ruido también cesa y lanza triunfal la antorcha al suelo. Cae agotada.

-Sí, su hija vivirá, pero ha perdido la capacidad de ver y oír. Por desgracia se ha convertido en invidente y teniente.
-Lyanna…

Mamá la observaba ahogándose en lágrimas de dolor, pero ella creía que estaba durmiendo. No veía ni oía nada. Había vencido a la estrella maligna y presumiría de ello ante Kessera. Podrían ser amigas ahora que creía en sus mitos no tan estúpidos. Iría a preguntarle más sobre el tema en cuanto despertara. Qué curioso que pudiera pensar tan racionalmente en un sueño. Recordaba la muerte de mamá, pero eso solo la haría más fuerte. Seguro.

-Oiga.
-¿Sí, doctora?
-¿No cree que hay demasiada luz? ¿Y qué es ese ruido repugnante?
-¿Qué rui…?

Luz. Fuego. Llamas. Dolor. 

1 Response to Lyanna, la amiga de las constelaciones

13 de julio de 2012, 11:59

Me ha parecido increíble, Albert, como ya te he dicho. No sé, las descripciones, la historia en sí, y tu imaginación joder!, que sobrepasa límites... :3 Me ha encantado, aunque yo soy una fan incondicional y no podría encontrarle fallo alguno :$ Sigue publicando, que hacía mucho que no nos deleitabas con tus relatos!

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