lunes, 26 de noviembre de 2012

Manchas de tinta

0
El escritor vuelve a casa tras sus frecuentes paseos a través de las pocas zonas verdes que quedan en su ciudad. No se puede permitir viajar a las afueras todos los días ni tampoco quiere alejarse en exceso de lo que le importa realmente. Una vez ha abierto la puerta de entrada de su hogar se da cuenta de que la luz de la lámpara del estudio permanece encendida, y él la había apagado.

Está seguro de que la electricidad debe estar desactivada en esa habitación, pero no le da más importancia y sigue adelante, se dirige al estudio en el que da vida a sus relatos. No hay nada extraño ni fuera de lugar en el cuarto, salvo una hoja de papel sobre el escritorio y un tintero volcado, apenas alejado del papel. Parece como si el recipiente hubiese querido huir de su víctima arbórea. La página está manchada de tinta, pero puede divisar escritos cuando fuerza la vista. El contenido está emborronado, pero no recuerda haber escrito nada durante el día y mucho menos haberlo dejado en casa. Además, él no era tan sucio con sus trabajos. Hace un esfuerzo, se coloca las gafas e intenta descifrar qué dice:

Deja de lamentarte, deja de simular que nada ha ocurrido. Sabes perfectamente lo que sientes y lo que quieres a cambio. No puedes mentirte y no puedes forzar tu corazón para que deje de latir y mucho menos cuando lleva tiempo haciéndolo a ritmo de anemia. Cuando mojas mi cuerpo en tinta para reprocharle a la hoja todo lo que crees saber puedo vislumbrar mucho más de lo que crees. Seguro que no esperarías que tu instrumento se fijara en como te quedas mirando a la nada, fijando la vista en el horizonte a través de la ventana cada vez que escribes su nombre.

Ella; ella posee la palabra más utilizada por ti, la conjunción que me has obligado a crear una y otra vez. La hoja en blanco y yo coincidimos en algo: eres un cobarde. Deja de escribir lo que ya sabes y pasa a la acción. A veces es necesario partir en busca de uno mismo; ten en cuenta que jamás lo dejarás todo pues tienes más suerte de la que crees. Nos duele ver día tras día que tus sentimientos mueren de hambre. Si cometes un error aprenderás de él, no tengas miedo al rechazo. Seguro que es mejor que la nada absoluta en la que te sumes.

En ocasiones dejas caer tu flequillo sobre tu frente, sobre tus ojos. Cuando el viento que entra a través de la ventana y entras en trance, empuja el cabello hacia ti y te ciega momentáneamente, recuerdas su melena vivaz, ondeando como la bandera más triunfal. Ese movimiento colorido te evoca a sus labios rojizos. Hasta en ti mismo guardas fragmentos de ella. ¿Recuerdas lo primero que escribiste en su honor cuando ni siquiera sabías qué ibas a sentir? ¿Qué haces? Estás perdiendo el tiempo día tras día, pues esos paseos tuyos no gestan nada. Ella es el génesis de tu creación. Acéptalo.

Soy solo la varita del mago, pero creo que lo conozco mejor que él mismo. Ella también sabe de ti; aquí está lo primero que le dedicaste, pero solo ella conoce la clave. 

Pista a la muchacha: Cuando él quiere mostrarte algo. Es una pequeña frase de tres palabras.

El escritor alzó la cabeza y despegó sus ojos de la nota. No quiso pensar racionalmente en cómo se había formado ese mensaje, pero creyó que alguien había leído en su alma, así que asintió en silencio y se dispuso a descansar.

A la mañana siguiente, el autor ya tenía un par de maletas pesadas preparadas. Nadie supo nunca a dónde se dirigió, pero de vez en cuando volvía a su hogar para encontrarse con sus antiguos compañeros. Y lo hacía con una sonrisa de oreja a oreja. Era feliz. Solo ellos conocieron su emplazamiento durante sus viajes, nadie más. Ojalá el autor reuniera valor y eso se cumpliera.

No Response to "Manchas de tinta"

Publicar un comentario